Cronica Feria Castellon

08.04.2014 11:40

1 CORRIDA:

Manzanares por la puerta grande y Morante aclamado

Los tres toros de Zalduendo, lidiados en la segunda parte del festejo, no ganaron por goleada a los de Juan Pedro Domecq pero casi. Esos tres de Zalduendo fueron nobles, casi mazapanes, aunque también con las fuerzas muy justas. Pero aguantaron faenas largas, que es lo que cuenta al final. Los tres de Juan Pedro Domecq, muy distraídos de salida llegaron con poco resuello a la muleta los dos primeros, el tercero con un puntito molesto tomó la muleta sin problemas y tuvo recorrido. De los seis, el que cerró la corrida fue el que con mejor estilo cumplió en varas. El resto, discretos. Nada más. Y los seis, en cualquier caso, de muy correcta presencia.

Manzanares se llevó un botín de tres orejas, dos del tercero y una del sexto. Muchos pases, siempre al aire que le marcaban los dos toros, pero también siempre con poco ajuste. A su primero le cogió el vuelo muy pronto y la primera tanda en redondo fue la más completa, llevando muy toreado al toro. Con un cierto tono molesto del toro, que nunca protestó de verdad, Manzanares cumplió algo despegadillo el resto de faena. A favor de la gente, siempre por el lado derecho, Manzanares no encontró problemas para andar tranquilo aunque no muy comprometido. Mató ese toro a recibir, y dejó todo el acero hundido aunque trasero.

El sexto, ya de Zalduendo, Manzanares acompañó con la voz la embestida del toro. Faena cumplidora. Más ajustada en este caso, sobre todo en el toreo sobre la derecha. También cómoda. Sobraron los paseos entre serie y serie, y volvió a montar una faena al noble aire del toro. Volvió a estar certero con la espada, en una estocada de buena ejecución.

Las dos faenas de Morante fueron sendas lecciones de torería. Ninguna de esas dos faenas fue redonda, rematada, pero siempre tuvieron sabor. Labor lúcida. Con golpes imaginativos y bellos pasajes. Su primero llegó a la muleta con apenas resuello y Morante midió las fuerzas del toro. Muy confiado, se entregó y entregó una faena de luminosos momentos.

El quinto, excelente toro de Zalduendo, muy noble aunque una pizca flojo, se ofreció a Morante sin condiciones. La faena se abrió por ayudados por alto. Luego, por las dos manos, desplegó momentos de gran belleza. Siempre con la sana intención de ligar las series, aunque no salieran completas. Los cambios de mano, pura esencia de torería. Al natural, naturalidad. Y un desplante, casi en los medios nada provocativo pero sincero. El final de esa faena tuvo especial brillo, llevando el toro hacia los adentros con muletazos sueltos por uno y otro pitón. Muy a gusto el torero en todo momento, pero se pasó de faena y el toro no se entregó como debía a la hora de matar. Pinchó Morante con la espada, pero la vuelta al ruedo fue apoteósica.

La primera de las dos faenas de Finito fue de probaturas. Sin entrega el de Juan Pedro Domecq, también con un son molesto y defensivo. Finito cumplidor siempre, pero más superficial que profundo. Un buen toro fue el cuarto. Fácil y desahogado siempre Finito. Con detalles sueltos y un punto afectado. Faena también larga, que pagó el torero a la hora de acabar con el toro.

 

2 CORRIDA: 

Oreja para Castella en tarde de mansos

n dije de toro abrió la corrida; coloradito, cómodo de cara. Eso, un dije de animal. Distraído de salida no se dejó con la capa y tomó un puyazo del picador de la puerta. Y derribó. Con todo, a su aire ese toro. Más cosas de manso que de bravo. Antes de tomar la muleta escarbó y reculó, pero una vez en marcha tomo el trapo con prontitud. No de ser toro muy entregado, pero sí de ser toro de idas y venidas constantes. Con el aire como invitado de rondón, Castella plantó cara con ciertas prisas y algo de barullo. No fue limpia la faena; mitad por el viento, mitad porque el torero nunca encontró el buen camino. Muchos pases también. Y cuando todo parecía perder fuerza, aunque nunca la tuvo de verdad, llegaron las clásicas cercanías de Castella. Pareció animarse algo la cosa, pero ya para entonces el toro había presentado su dimisión.

Manso y noble a la vez el cuarto. La única vara la tomó al relance después de casi atropellar a Castella. Un pase cambiado, desafiando al toro y al viento, abrió la faena. Con el toro no muy por la labor, que buscó pronto las tablas, Castella se agarró bien a la muleta. Sujetó al toro, que era el primer objetivo a cumplir. Cumplida esa premisa, Castella lo toreó con temple por el pitón izquierdo. Ligó dos buenas series y un improvisado por la espalda, dejo la faena para puntuar alto. Quiso seguir, pero el toro dijo que no y se marcó sin disimulos el camino de las tablas. Para entonces, la faena estaba cumplida y bien cumplida.

El primer toro de Perera, hondo toro por cierto y castaño de capa, fue otro de los que se marchó al piquero que hacía puerta para cumplir trámite. Sin fijeza, mansón, el toro no quiso fiesta a ningún precio. Tomó la muleta a regañadientes, protestando siempre. Perera insistió por los dos lados, pero nada que rascar con el de Alcurrucén. Intentos, siempre con la suerte descargada. Se justificó el torero sin sacar nada en claro del turbio asunto.

Tampoco el quinto le puso las cosas fáciles. Nada de eso. Toro que nunca quiso capote, manseó en los dos primeros tercios y llegó a la muleta protestón. Sin entrega, sin humillar y con tornillazo desagradable al final de cada muletazo. Muy mal estilo, en fin. Perera, responsable, lo intentó pero volvió a encontrarse con la cruda realidad.

Hondo, con dos pitones astifinos, ensillado, el tercero de la tarde: fiel al encaste. Muy distraído también en capotes, sin hacer caso de nadie y de nada. En varas cumplió, dejándose, y en una segunda al relance, sin que nadie le invitara a tomarla. De manso, a toro noble y gotas de calidad solo hubo un paso: la muleta la tomó noble, de largo. Toro, en fin, de doble personalidad. Talavante se centró desde el primer muletazo. Bien plantado, templó siempre en una faena pausada y bien pautada. Una serie con la izquierda, de largo recorrido, puso elevó la nota. Y, de final, una serie con la misma mano, de frente, muy toreado el toro hasta donde el torero dirigió la muleta. Tan admirable labor se vino abajo con la espada. Un primer pinchazo a toro arrancado, otro y una entera muy trasera . Todo un buen trabajo echado por la borda.

De los seis toros, el sexto fue el que cantó la gallina desde salida. No quiso capote y huyó como alma que lleva el diablo cada vez que sintió el hierro. Tres entradas al caballo, dos al de turno y una tercera, de propina y con el tercio cambiado, del picador que hacía puerta. Y en las tres salió huyendo de la quema. No cambió el toro en la muleta. Sin entrega, frenándose en cada arrancada, no dejó que Talavante dominase la situación. Unos intentos, sin mucha convicción, y fin.

 

3 CORRIDA:

Padilla y Fandi a hombros en el final de la Magdalena

Noble, dulzón, un amigo incondicional el toro que abrió plaza. Muy cómodo de cara y acochinado de tipo, con sus 535 kilos sobre los lomos. Toro que dejó estar cómodo a El Cordobés, aunque tampoco se tomó demasiadas confianzas. Entre pase y pase, pérdida de pasos por costumbre. Despegadillo. Sin llegar a la gente. Labor fría que solo encontró eco muy al final, cuando con el toro ya al paso y rendido, El Cordobés le pegó unos circulares que nunca llegaron a serlo completos. Estuvo hábil con la espada y le llegó el premio que le pidió el tendido.

No hubo premio del cuarto, al que dejó que se lo machacaran en varas. Con todo ese castigo desmesurado, el toro tuvo resuello para la muleta. Sosón, pero muy noble. El Cordobés no estuvo por la labor de tomarse confianzas. Rectificando siempre, despegado también, sin confianza, en fin. Inquieta faena, sin reposo alguno. Ni la rana intentó este Cordobés que apareció por Castellón como un torero sin ilusión.

Una larga cambiada de rodillas fue el saludo de Padilla al segundo de la tarde. No sería la única vez que hincaría las rodillas en la arena. Con un simple picotazo, el toro pasó de nuevo a las manos de Padilla. Tres pares de banderillas: fallido el primero, bueno de ejecución y colocación el segundo y el consabido del violín cerró el tercio. Con el toro obediente a la mínima insinuación, Padilla montó faena de muchos pases, que también inició de rodillas. Afanosa. Voluntariosa. De querer siempre agradar. Y con el público a favor, no era difícil la comunión. No terminó de coger la velocidad al toro, pero los rodillazos finales, un circular con Padilla casi al trote y una estocada dada en el mismo platillo, hicieron reaccionar a la gente.

Serio y más toro fue el quinto. Por dos veces entró al caballo, la segunda con el tercio ya cambiado y tomada del picador de la puerta, al que derribó. Padilla lo había recibido con la capa con un manojo de verónicas, chicuelinas y una larga, todo por el mismo precio y en la misma tanda. En banderillas, dos buenos pares y el reiterativo del violín. Con el toro no muy entregado, Padilla mostró una cara más asentada. La salida de la faena tuvo sentido y hasta cierto empaque, llevando el toro hacia los medios por doblones. No tuvo entrega ese toro en la muleta, con la cara alta y algo distraído. Padilla le sacó todo el partido posible por el camino de la responsabilidad. Tiró bien de él y, aunque sin gran brillo, todo lo que hizo fue serio. Cuando el toro tomó tierra adentro, Padilla ya lo había hecho todo. La estocada, aunque perdiendo muleta, fue letal.

El Fandi le dio la bienvenida a su primero con dos largas de rodillas, en el tercio. En banderillas, piso tres pares sin excesivo aparato. Tercio cumplidor. De facultades sobradas, pero sin el clásico espectáculo de otras veces. El toro, con su nobleza y sosería a cuestas, dejó hacer a El Fandi. Poco calado tuvo la faena, con ventajas del torero hacia el toro. Una serie con la izquierda de cuatro naturales, tuvo dos buenos, uno enganchado y otro que se quedó a mitad. Intentó galería en la parte final, pero tampoco llegó la cosa a mayores.

Hubo espectáculo en banderillas en el sexto. Ahora sí. Cuatro pares, cuatro. El primero buscando y encontrando toro en carrera hacia atrás, el segundo a la moviola y un combinado de violín y cuarteo, para poner un tercer y un cuarto par. Vibró la plaza ante tal demostración de facultades. Buen toro este sexto para la muleta: pronto y con fijeza. Fandi, que empezó de rodillas en el mismo platillo, estuvo con él más centrado. Trató bien a tan excelente astado. Hubo muchos pases, no todas las series ligadas, pero de vez en cuando se marcaba algún muletazo con temple. En otras, la muleta quedaba a merced de los pitones del toro. La estocada, aunque caída, fue certera. Mas el premio, excesivo.

 

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