Historia del Toreo Parte III

05.12.2013 08:06

Pedro Romero de Ronda (1754-1839), heredero también de una ilustre estirpe (se atribuye a su abuelo Francisco Romero el mérito de ser el primero que empleó la muleta y el estoque para dar muerte a un toro), a quien Nicolás F. de Moratín dedicó su oda A Pedro Romero, torero insigne, convirtió el toreo en una técnica precisa y exacta, sobria y eficaz, que preparaba a los toros para la muerte. Es el estilo que se conocerá comoescuela rondeña.

Sus consejos a los aprendices de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, de la que fue director, adivinan con más de un siglo el toreo de Belmonte:

«El que quiera ser lidiador ha de pensar que de cintura para abajo carece de movimientos... El lidiador no debe contar con sus pies, sino con sus manos...»

 

Plaza de la Real Maestranza de Ronda

Los cronistas de la época confirman que en sus faenas sólo jugaba los brazos. Tanto era su poderío, que dicen que mató un toro a los ochenta años.


José Delgado Guerra, Pepe-HilloJosé Delgado Guerra, Hillo (1754-1801), discípulo de Costillares, dictó la primera Tauromaquia conocida (1796), donde muestra una sabiduría que luego no supo aplicar en la plaza.

Adornó su toreo con toda clase de suertes y filigranas, conformando un estilo, inspirado en el de su maestro, que se conocerá como escuela sevillana.

Rivalizó con Pedro Romero, que siempre lo derrotó en los ruedos; sin embargo, fue ídolo de las gentes y lució su gallardía y seducción en los salones de la aristocracia que lo trataba como a un igual. Por eso, cuando el toro Barbudo lo mató el 11 de mayo de 1801 en la plaza de la Corte, todo Madrid lo lloró.Cogida y muerte de Pepe-Illo, por Goya

 

Los tres alcanzaron su madurez y plenitud durante el reinado de Carlos III y los tres torearon en la Plaza Mayor de Madrid con ocasión de la coronación de Carlos IV.

 


Empieza el siglo XIX. El baile, el teatro y la fiesta de toros son las diversiones favoritas del pueblo; la aristocracia recibe en sus salones a los toreros, que el pueblo ha llevado a la fama y los poetas cantan en versos inmortales, y adopta los modos populares de vestir; Goya, la gran pupila de la época, recoge en sus cuadros a unos y otros. Está en marcha una gran revolución que no tardará en tomar forma política.

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