Historia del Toreo Parte II (Continuacion)

21.11.2013 09:10

 Fue en El Puerto de Santa María y el pueblo lo cantó en coplas:
 

    • En er Puerto murió er Cándido
      y ayí remató su fin,
      le mató un toro de Bornos
      por salvar a Chiquilín
      y a otro día siguiente
      salieron toos los toreros
      vestíos de negro.
      •  

Por esos años sobresalen los empleados del matadero de Sevilla, situado en el arrabal de San Bernardo, al otro lado de la muralla, particularmente la dinastía Costillares, cuyo oficio y proximidad a los toros les da el conocimiento necesario para la invención de la suerte de matar.

No obstante, en aquel tiempo la fiesta era tumultuaria, sin orden ni reglas, tanto que la autoridad tenía que recuperar el espacio festivo con la ayuda de un piquete de tropa que hacía el despejo; luego intervenían los toreros al azar de la oportunidad y practicaban la suerte que mejor conocían haciendo ostentación de fuerza, valor y osadía, como aquel Martín Barcaiztegui Martincho, vizcaíno o navarro, que retrató Goya.


Hasta que en Sevilla apareció Joaquín Rodríguez Costillares (1743-1800), hijo y nieto de toreros, antiguo empleado del matadero como todos los suyos, que al sistematizar y reglamentar el toreo inventó la corrida moderna.

 Organizó las cuadrillas de toreros, que antes se contrataban por la empresa de la plaza, disciplinando su actuación y sometiéndolas a las órdenes del matador, convertido así en patrón y director de lidia.

 Estableció los tercios de la lidia, de varas, de banderillas y de muerte.

 Inventó la suerte primordial del toreo de capa, la verónica.
 Mejoró el uso de la muleta dotándola de eficacia para la lidia y de hondura artística.

 Inventó la estocada a vuela pies o volapié. Porque había toros que llegaban aplomados al final de la lidia y no se podían matar en la suerte de recibir, única conocida. Entonces Costillares, en vez de esperar una dudosa embestida, se fue hacia ellos con el estoque y la muleta por delante; la muleta para hacerlos humillar y el estoque para hundirlo en el hoyo de las agujas.

 Finalmente modificó el vestido de torear estableciendo la chaquetilla bordada, con galones de oro para los maestros y de plata para los subalternos, el calzón de seda y la faja de colores.

Quizá haya que relativizar alguna de estas novedades, porque Costillares organizó y sistematizó un rico y abundante caudal de suertes que se practicaban de manera caótica; pero sin duda a partir de él la corrida cobra el aspecto con que llega a la actualidad. Terminaba la fiesta y comenzaba el espectáculo; porque tanto la autoridad como los profesionales del toreo tenían interés en apartar del ruedo a los aficionados.

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