Historia del Toreo Parte X

08.04.2014 18:09

Juan Belmonte García mantuvo una rivalidad inicial con Joselito, el Gallo, aunque a partir de 1915 se complementaron, José aprendió el temple de Juan y Juan el dominio de José. José mandaba en la fiesta y Juan aceptaba la dictadura de José, lo que diga José, decía.

 

Belmonte por ZuloagaUna anécdota retrata a los dos toreros: Cuando Joselito era ya novillero famoso yBelmonte aún luchaba por abrirse camino, coinciden los dos en un tentadero. Belmonte se va a la becerra y la cita. Joselito le advierte: En ese terreno te va a coger, muchacho. Belmonte no se inmuta y la becerra lo voltea. Insiste Belmonte y consigue torear a la becerra, luego se encara al torero famoso: Que me iba a coger ya lo sabía yo, le dice, pero la gracia estaba en torearla justamente en ese terreno. Aquella respuesta incomodó tanto a Joselito que ya no dirigió la palabra a Belmonte en el resto la jornada.

 

Joselito, soberbio y orgulloso, atesora todo el saber antiguo, desde Pedro Romero a Guerrita. Belmonte, tenaz y rebelde, con una técnica rudimentaria, desafía los cánones antiguos y, aleccionado por José María Calderón, banderillero de Antonio Montes, de quien había sido admirador en su adolescencia, abre nuevos cauces al toreo.

Belmonte era la antítesis de Joselito: torpe y desgarbado, largo de brazos y débil de piernas, escaso de técnica, sólo podía torear como lo hizo.

«La esencia del toreo de Juan estaba en un temple hasta entonces desconocido, mandando en la embestida desde su origen hasta la conclusión de la suerte, a base de diálogo entre brazos, muñecas y cintura».

«Ocupaba unos terrenos y entraba en unas distancias que hasta aquel tiempo parecían absolutamente inverosímiles».
(Marcial Lalanda, Tauromaquia, 1987)

La media de BelmonteCon Juan Belmonte las faenas se redujeron a «la esencia más pura de la tauromaquia: la verónica, ligada y rítmica de temple; la media, personalísima; y el hilván clásico del natural con el de pecho» (Paco Aguado).

El Guerra aconsejaba a cuantos quisieran verlo que se apresuraran, porque no duraría mucho. Pero a Belmonte lo acompañó la suerte, no sufrió cornadas graves, aunque tuvo muchas cogidas, pudo perfeccionar su estilo y en 1919 redondeó una temporada triunfal con un toreo poderoso que lo acercaba a José.

Fue el favorito de intelectuales y artistas, a quienes llevó a los toros fascinados por su intensidad dramática. Un grupo de ellos, encabezados por Valle-Inclán y Pérez de Ayala le ofreció un homenaje el 28 de junio de 1913 y firmó el siguiente texto:

«Ya que Juan Belmonte se encuentra entre nosotros, hemos juzgado necesario obsequiarle con una comida fraternal en los jardines del Retiro. Fraternal porque las artes todas son hermanas mellizas, de tal manera que capotes, garapullos, muletas y estoques, cuando los sustentan manos como las de Juan Belmonte y dan forma sensible y depurada a un corazón heroico como el suyo, no son instrumentos de más baja jerarquía estética que plumas, cinceles y buriles. Antes los aventajan, porque el género de belleza que crean es sublime por momentáneo, y si bien el artista de cualquier condición que sea se supone que otorga por entero su vida en la propia obra, sólo el torero hace plena abdicación y holocausto de ella».

Había nacido en Sevilla el 14 de abril de 1892 y el 8 de abril de 1962 se quitó la vida de un tiro.

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